miércoles, 23 de abril de 2008

Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada, como la pena de ser, ciego en Granada

Conquistadora de conquistadores, en este deslumbrante decorado, cuando ha sido preciso, cambió de nombre, mudó de templo las aras y los dioses, ablandó para el vencedor la cama del vencido, dispuso sobre la mesa el pan cocido para otro y el aceite. Y se puso a cantar. O quizá a lamentarse. O a echar mucho de menos. Pero siempre cantando...

Encrucijada, transito, paso obligado de vaivenes.... Mesón, posada y lumbre de los que subían y de los que bajaban, que la fueron configurando con el aluvión de sus castas, la contradicción de sus ideales, la generosidad de sus ofrendas y la dádiva de sus sabidurías.


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